Pessoa no abandona Lisboa

La vida del poeta portugués Fernando Pessoa no es tan efímera como para enmarcarla entre dos fechas. Afirmar tal cosa sería banal y baladí cuando lo cierto es que la presencia del poeta sigue inmersa en las tierras donde desemboca el río Tajo.

Nacido en el hogar familiar el 13 de junio de 1888 en el cuarto piso del nº4 del Largo de Sao Carlos, entre el teatro lírico del Chiado y la iglesia lisboeta de los Mártires, Pessoa sintió desde el inicio la inquietud por las artes y el amor por su tierra. Un forma de sentir especial, que le llevó a recorrer las calles de Lisboa y a presentar su visión del mundo, a través de diversas personalidades, sus heterónimos.

Para a la temprana edad de los 47 años, el poeta portugués falleció por problemas hepáticos,  en el Hospital S. Luis de los Franceses  y fué enterrado el 2 de diciembre de 1935 en el cementerio de Prazeres, en el panteón de su abuela Dionísia.

Dos palabras sobre la desaparición de Fernando Pessoa.  Para él, dos palabras bastan, o mejor ninguna…”

 (Oración Fúnebre  del escritor portugués y miembro de Orpheu Luís de Montalvor, en el entierro de Pessoa)

En 1985, con motivo de su cincuentenario es trasladado al Monasterio de los Jerónimos, a un sepulcro en el claustro donde figura su nombre junto al de sus heterónimos.

Pero como ya hemos dicho, la existencia de Pessoa en Lisboa no acaba con su muerte, la presencia del poeta aún es visible en numerosos espacios de Lisboa, formando parte de su patrimonio cultural.

En el café emblemático de A Brasileira, podemos ver aún a Pessoa. Una estatua del poeta se ubica en la terraza del local, transportando a los viandantes que se dan un merecido respiro, a aquella época donde se celebraban tertulias entre poetas, literatos y artistas de la ciudad, y por un momento, participamos junto a Pessoa en uno de sus encuentros.

Pessoa, debió ser muy cafetero, y dado nuestra inquietud de asomarnos por los cafés, se ve que nosotros también, por eso ahora, hacemos una parada en  el café Martinho da Arcada en la Praça de Comercio, donde vemos múltiples  fotografías del poeta y donde observamos incluso, que unas de las mesas del café está reservada  para Fernando Pessoa.

Más que despejado tras tantas tazas de café, paseamos tranquilamente por la ciudad de Lisboa,  sumergiéndonos en todo ese aire y ambiente que parece gritar Pessoa.

Llegando a la calle Coelho da Rocha, nos topamos con un majestuoso edifico la “Cassa de Fernando Pessoa” Un centro cultural inaugurado en 1993 para homenajear al poeta.  Su arquitectura no parece contarnos nada de los últimos años del poeta, unos años marcados por la tristeza, donde el autor se refugiaba tras el trabajo bebiendo aguardiente, fumando cigarrillos  y escribiendo poemas en francés que dedicaba a su madre, a la infancia y a una misteriosa mujer rubia.

“la borrachera a veces da una asombrosa lucidez”

(poema ortónimo)

Éstos no son los únicos lugares donde la figura póstuma de Pessoa se encuentra en Lisboa. Hay miles de rincones por descubrir y edificios por visitar donde Pessoa aún se aferra con fuerza para no abandonar su ciudad natal.

Si quieres conocer más emplazamientos de Pessoa y saber más sobre la vida del poeta portugués podéis leer más en el libro “Lisboa. La ciudad de Fernando Pessoa”.

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