-¿Qué le impulsa a escribir?
En este caso, supongo que algo tan prosaico e inocente como relacionado con las prácticas académicas de preparación e impartición de clases en la Escuela de Arquitectura y en el Máster. De este modo, la escritura sería un instrumento para producir y fijar ideas, ordenarlas, comunicarlas… Si traducir es traicionar, escribir es matar imaginaciones y esa muerte sedimenta los monstruos de la escritura y de la música que, para Dadá, eran la misma cosa: ruidos. Hasta en la lista de la compra resuena ideología. Cuando Picasso hace la suya recomendando pintores para el Armory Show neoyorquino, dispone los cimientos para una historia del arte patas arriba con la cabeza apoyada en suelo francés.
– ¿Por qué ha elegido el tema “Arquitectura y Dadá” para su libro? ¿Cuál ha sido su inspiración?
No se ha elegido ningún tema para un libro. Primero fue el tema, los temas, en realidad, y después, mucho después, ha sido el libro, de tan dificultosa gestación, por razones propias y ajenas, que su propio origen queda perdido, desdibujado, en la bruma de sus vicisitudes. Una cuerda, a pesar de todo, ata sus extremos: reconociendo la trascendencia de Dadá para la cultura contemporánea, especialmente para las artes plásticas y la literatura, es inevitable tropezar con el misterio de su relación con la arquitectura, en momentos que eran claves en la formación del Movimiento Moderno. Algunos se cruzaban en las mismas calles, tomaban café en los mismos bares…Uno incluso entró en la inauguración de la más legendaria exposición dadá en Berlín, aunque en las fotos solo quiso salir de espaldas.
– Describa que puede encontrar el lector en “Arquitectura, Dadá y Patrimonio de la Humanidá”.
Espero que cada lector pueda encontrar cosas diferentes que, quizá, el libro ni siquiera les dé directamente… Me gustaría que les sugiriera direcciones, veredas y caminos que cada uno podrá recorrer, olisquear, abandonar y recuperar, según sus estados de ánimo. Y recordemos, una vez más, que hay que perderse de vez en cuando. Ya sé que es querer demasiado, pero sería bonito que el libro sirviera, también, como instrumento de perdición.
– El movimiento dadaísta se caracteriza por romper con los convencionalismos y por mantener un espíritu trasgresor y rebelde, ¿de qué manera ese sentimiento se ha extrapolado a la arquitectura contemporánea?
Esa es una de las cuestiones esenciales en el texto. Si, desgraciadamente, no se resuelve allí, nada parece indicar que podrá resolverse aquí. Solo será posible enunciarla como problema, como ambiente, ni siquiera como objeto ni como intención. Enunciar un problema de estos suele ser más útil que resolverlo.
– En su libro, declara que la idea de patrimonio es el nexo vital entre arte y arquitectura ¿Por qué establece ese vínculo?
Es la idea que hace posible la noción de contemporaneidad en doble sentido. Como condición nutritiva, alimenticia, de lo pasado para la creación (condición que hace temporalmente útiles a algunas antigüedades), y como horizonte y destino de lo contemporáneo para la sociedad (condición que confiere valor público a la propiedad privada), aun en el caso de una sociedad arrogante, displicente o distraída, como suelen ser las sociedades. Van Gogh, que no guerreó, no vendió ningún cuadro en toda su vida. Duchamp, que fue un discreto guerrero burgués, lo vendió todo, pero varias veces cada cosa.
– ¿Qué conclusión le gustaría que sacara el lector después de leer su obra?
Creo que ya está dicho. Me conformaría con un poco de simpatía intelectual y otro poco de interés, o, al menos, de intriga, por los asuntos tratados. Junto a mucha paciencia e indulgencia por la falta de enfoque científico, espíritu investigador, talante innovador y cualquiera otra de las cualidades ahora tan usadas y ponderadas en la vida universitaria como armas arrojadizas y como cutres camuflajes de una pobre vida.
– Se dice que todo autor deja algo de si mismo en su obra ¿Qué hay de J. R. S. en este libro?
Tampoco lo sé. Quizá una muy antigua fascinación por la obra de todos esos artistas. En realidad, por lo que vislumbramos o sospechamos que esas obras fueron. Muchas de ellas desaparecidas o destruidas en los avatares de la contemporaneidad (patrias, guerras, comercio y desprecio, museos y patrimonios) pero, a pesar de todo, obras inmortales empeñadas, cada día, en brillar en la oscuridad.
Recolectores Urbanos
Sevilla, febrero de 2014.