Estamos en torno a 1898. Todo Hong Kong estaba ocupada por los británicos…¿Todo? ¡No! Uno pequeño terreno en la península de Kowloon poblada por irreductibles chinos resiste al invasor.
El comienzo de las populares y ficticias historietas y aventuras de los galos Astérix y Obélix, bien nos sirve para ejemplificar, salvando las distancias por supuesto, la historia de la ciudad amurallada de Kowloon.
Si el desencadenante de la toma de la Galia por parte de los romanos es el ansia de poder del líder militar y político Julio César, en el caso de Hong Kong, la razón de está ocupación está en una Guerra, la Guerra del Opio, de la que los británicos resultan vencedores.
Tras su triunfo, los británicos imponen a China la firma del Tratado de Nanjing. Un injusto documento que asienta las bases de una nueva legislación para el comercio exterior beneficiosa para los británicos, y donde además se obliga al gobierno de Quing a compensarles económicamente por el opio requisado y a cederles la isla de Hong Kong.
De este modo, los británicos al igual que los romanos en la Galia, poco a poco van extendiéndose por el territorio Chino, hasta que 1860, incorporan la península de Kowloon gracias al Primer Convenio de Pekín.
Una expansión imparable que le llevó en 1898 a hacerse con más territorio Chino conocidos como “Nuevos Territorios” a través del Segundo Convenio de Pekín, aunque ésta vez fuese a modo de arrendamiento por un plazo de 99 años.
Diversos fallos y equívocos en este Segundo Convenio hace que surja la resistencia china. En el pacto de alquiler se ha excluido por error, un pequeño trozo de la ciudad de Kowloon. Una pequeña base amurallada que asedia la existencia de la presencia británica del lugar.
“La ciudad amurallada” al igual que la pequeña aldea gala, permanece impasible a los ataques británicos, que conscientes de su error, asaltan y combaten la ciudad desde 1889 para acabar con ella.
Pero tal es la fuerza de este territorio, que sin pócima mágica de por medio, y con el añadido del estallido de una Segunda Guerra Mundial con invasión japonesa incluida, el espíritu de Kowloon se sobrepone a todo esto y perdura, aunque no lo hagan así los muros que rodean la ciudad.
Finalizada la Guerra, el lugar se asienta. En esta ocasión, el sitio que emerge nada tiene que ver con el entorno entrañable de la Galia, nada de obeliscos, druidas, ni inquietos personajes como Ideafix. En Kowloon el entorno que existe es de desigualdad y marginación, la ciudad da cobijo a mafias, prostitución, drogadicción y juego.
Un emplazamiento al margen de la ley, con un nuevo muro, el muro de la ilegalidad. En Kowloon no hay normas. La expansión del territorio se realiza sin control y hacia el interior por las limitaciones del territorio y por su altura.
El número de habitantes crecía a un ritmo frenético, lo que obligaba a construir las viviendas unas encimas de otras, sobre las azoteas de lo antiguo, apoyándose en los edificios colindantes.
No existía ni normativas, ni arquitectos ni ingenieros, los únicos criterios de construcción eran uno, que las edificaciones no superaran las catorce alturas dada la proximidad del aeropuerto y dos, que las instalaciones de las viviendas fuesen vistas para controlar posibles fugas e incendios.
Una construcción sin control que creó una ciudad laberíntica de estrechas calles y túneles que sumió de oscuridad a la ciudad. Los habitantes perdieron la noción del día y la noche, y empezaron a crear comercios 24 horas, espacios híbridos que alternaban sus usos en función de la franja horaria, de este modo podían tener varios negocios en un único lugar.
El espacio público también tuvo que reconfigurarse. Las cubiertas de la edificaciones se alzaron como el lugar de escape y desahogo de las claustrofóbicas y oscuras calles de la ciudad. Un espacio donde los niños podían reunirse y jugar entre antenas de televisión y visiones de vértigo aunque ensordecedoras por el paso de los aviones.
La ciudad de Kowloon bien difiere de la pequeña aldea gala del jefe Abraracúrcix y de sus simpáticos habitantes, entre estos dos lugares hay diferencias abismales y las fechas y entornos son totalmente incomparables. Pero a la hora de pensar en la raíz de estas historias, encontramos algo muy fuerte que las une, y es ese sentimiento común y mutuo de querer recuperar ese lugar, que en una realidad no muy lejana fue suyo.
Pero… volvamos a Kowloon ¿Qué ocurrió con el territorio chino conquistado? ¿Cómo evolucionó la ciudad de Kowloon? ¿Qué actuaciones se llevaron a cabo en este territorio? ¿Cómo es en la actualidad la vida de esta ciudad?
El libro también está disponible en ISSUU: http://issuu.com/recolectoresurbanoseditorial/docs/miradas_excentricas