Años 70, la ciudad de Nueva York, estaba marcada por una profunda crisis económica y por lo movimientos migratorios de una población que se adaptaba a un nuevo orden financiero mundial.
Calles, barrios y edificios de Manhattan se abandonan, sin que la administración pública tenga recursos para recuperarlos. Entre las medidas adoptadas medidas, estaban cambios legislativos, recalificaciones de ciertos terrenos de industriales a urbanos, etc. Es en estos espacios donde surgen los lofts, viviendas nacidas del reaprovechamiento del tejido industrial, que pronto los ocuparían los jóvenes.
En estos años la precaria situación de Nueva York, es vista por muchos como ruinosa, repleta de desperdicios y basura. Sin embargo hay un frente dispar, un conjunto de artistas, arquitectos y pensadores que ve en la ciudad un enorme potencial, un espacio idóneo para la creatividad y nuevos usos.
Entre estos últimos esta Allan Heiss que en 1971 funda el Institutito de Arte Urbano, asociado al MoMA, y que vislumbra en la ciudad un abanico infinito de posibilidades. El Instituto, a través de su exposición “Under The Brooklyn Bridge” muestra los bajos del Puente de Brooklyn, un lugar ocupado por los “sin techo” que reutilizan para crear su propio hábitat. Hogares construidos a través de mantas y cajas de cartón.
Al ver las moradas de los “sin techos” en la exposición, el arquitecto Gordon Matta-Clark, se sintió fascinado al instante. Para Matta-Clark estos espacios y su concepción del reciclaje le pareció una buena alternativa para la sostenibilidad de la ciudad. Pero el arquitecto amplía el concepto entendiéndolo no solo como un nuevo uso del espacio, sino también como un nuevo modo para emplear los materiales.
En un primer momento Matta-Clark comenzó con el uso de coches abandonados y y el reciclaje de los materiales encontrados en el lugar. Tras varios fracasos con estos materiales se decantó por el vidrio. Con un pequeña cocina de propano, elemento muy usado por los indigentes, fundió vidrio de botellas de vino y cervezas para crear ladrillos para sus construcciones, los Glass Bricks.
Para mostrar su propuesta a los indigentes con el fin de que éstos utilizaran las técnicas que él les proponía, Gordon Matta-Clark creó una pared de desperdicios, Garbage Wall, con la basura y los restos que encontró en las inmediaciones del Puente de Brooklyn. La muralla compuesta por utensilios, adornos, electrodomésticos y todo tipo de elementos urbanos, no despertó el interés de los mendigos. Algo sorprende, pues el propio Matta-Clark para promocionar y publicitar su idea entre los más desfavorecidos usó una revolucionaria técnica, asar un cochino en una fogata en plena calle, para que su olor les atrajese y poder discutir con ellos sus propuestas.