La arquitectura existe desde siempre, incluso mucho antes de que apareciese la figura del arquitecto. Todo ser vivo, tiene la necesidad intrínseca de buscar su propio lugar, su refugio y cobijo.
Guarecerse ante las inclemencias del clima, establecer un lugar propio donde refugiarse y guardar los pocos o muchos bienes de los que se dispone, son algunas de las premisas básicas que han marcado la búsqueda de este espacio propio.
Todos los seres vivos tienen ese instinto de supervivencia, de búsqueda de un hogar. Desde la hormiga que abraza un pedacito de pan para almacenarlo en su madriguera hasta el hombre que se construye su primera vivienda aprovechando los recovecos de la tierra.En toda construcción lo importante es aprovechar el entorno y los recursos disponibles. Con esos materiales y con unas técnicas sencillas pero eficaces lo que se quiere es alcanzar un objetivo, el amparo.
En sus inicios, la arquitectura pretendía camuflarse con su entorno, actuar de forma camaleónica con el paisaje, hasta el punto desde que se dudase si lo allí construido no había existido desde siempre. Con el tiempo esta tendencia como pasa con todo, se fue diluyendo y transformando. Las nuevas construcciones iban reclamando su propio hueco, y ya no eran esas estructuras envolvente con el entorno, ahora empiezan a llamar la atención.
La arquitectura originaria o arquitectura genealógica, se fundamenta en la práctica, en el método prueba-error, en el respeto de las tradiciones, la geografía y la cultura. Estas construcciones se pensaron para satisfacer unas necesidades perecederas, pero en muchas ocasiones estas edificaciones permanecen en nuestros días superando a otras arquitecturas posteriores.
Las ciudades excavadas de Cappadocia en Turquía, son un ejemplo de arquitectura genealógica. Sus paisajes de toba calcárea, fueron idóneos para que los seres humanos construyesen sus casa. Miles de ciudades se conformaron en las rocas, en forma de cueva. Unas ciudades que impresionan, algunas de las casa-cuevas están creadas en diferentes plantas, cuentan con habitaciones e incluso se pueden ver ventanas y arcos en ellas. Las civilizaciones de la Cappadocia, no sólo están compuestas por viviendas, también hay templos y monasterios reflejo de la cultura de sus habitantes.
En el lado opuesto, tenemos “El Manhattan del Desierto” en la ciudad de Shibam, en Yemén, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1982. Un caso de arquitectura que si bien no se funde con su entorno si se vale de él para erigirse. Esta ciudad es la primera del mundo en aplicar el principio de construcción vertical y utiliza como materiales, adobe y troncos de palmeras. Unos componentes muy resistentes que han sido capaz de soportar las grandes inundaciones sufridas por la ciudad.
“El Manhattan del Desierto” compuesto por unas quinientas torres rodeadas de una muralla es construidas en el S.XVI, con edificios que llegan a alcanzar los treinta metros de altura, un aspecto que recuerda a la Gran Manzana, de ahí su ápodo.
Existen aún múltiples construcciones alzadas a través de recursos naturales. Unas construcciones que a pesar de los años, no pierden su esencia y su capacidad de maravillar. Muchas son visibles por el hombre errante y curioso, pero otras permanecen ocultas por el paisaje a la espera de que alguien las descubra.
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