La faceta de arquitecto y periodista siempre fluyó en los trabajos de Rem Koolhaas, un teórico de la arquitectura que fundamentó en cimientos narrativos, sus proyectos arquitectónicos.
Se inició en el mundo laboral como periodista en Ámsterdam pero posteriormente, en 1968 llega a Londres para iniciar sus estudios de arquitectura en la reconocida Architetcural Association.
Para su proyecto fin de carrera, Rem Koolhaas se decanta por una propuesta mordaz, satírica, crítica e irónica “Exodus”. Un planteamiento que se inspira en la grandiosidad del muro de Berlín, una construcción que le dejó fascinado un año antes en su visita a Berlín con el fin de realizar un artículo para conseguir un diploma en un “Summer Study”. Su propuesta encuentra su reflejo en la novela de Aldous Huxley “Un mundo feliz”, siendo latente así, su habitual práctica de aunar la narrativa y la técnica.
“Exodus”, o el voluntario prisionero de la arquitectura” narra la dicotomía entre dos mundos: el mundo bueno y el mundo malo.
El “Exodus” de Koolhaas, propone amurallar el centro de Londres para delimitar la zona buena. En esta zona buena se crea una sociedad utópica dividida en diez estamentos estancos que garantizan la armonía de esta idílica sociedad. Con este planteamiento Koolhaas quería poner de manifiesto la grandiosidad de la arquitectura, su ambigüedad y peligro. Las personas que elegían voluntariamente ser prisioneros de la arquitectura lo hacían en pro de vivir en un mundo mejor. Los habitantes de las zonas malas migrarían a las zonas buenas, dando lugar a auténtico éxodo urbano.
Esos diez contenedores son claves para crear un bondadoso hábitat, donde escapar de las relaciones sociales, económicas y espaciales convencionales. Unos espacios divisorios que buscan el enfrentamiento entre la zona buena y mala de la arquitectura para construir algo nuevo, una nueva cultura urbana que bloquee las malas comunicaciones del exterior. En definitiva, Koolhaas proponía construir un mundo feliz que sólo la arquitectura podía garantizar.
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